II EN CUENTRO
HISPANO-TUNECINO DE INTELECTUALES Y ESCRITORES
PONENCIA: UN MUNDO
MEJOR
(MANUEL CAMACHO
FERNÁNDEZ)
Me duele España,
mi patria;
me duele el mundo,
mi mundo;
me duelen tanto,
tanto me duelen,
que mi dolor me mata...
Queridos colegas,
tras los versos con los que abro mi participación en esta Mesa redonda; quiero,
ante todo, felicitar a Ridha Mami y a Basilio Rodríguez por la organización de
estos encuentros tunecinos-españoles de intelectuales y escritores. Unos
encuentros a los que “sirven de inspiración y lema”, así lo manifiestan sus
organizadores, los versos de un bello poema titulado “La voluntad de vivir”; escrito,
un año antes de su temprana muerte, por el gran poeta de Tozeur, Abou el Kacem
Chebbi (1909-1934). Y mostrarles mi gratitud por haberme invitado a participar
en los mismos. Dicho lo cual, paso a exponer mi comunicación.
Para el
dolor que me produce este tiempo de la historia del mundo, que me ha tocado
vivir; encuentro consuelo en los versos del gran poeta Abou el Kacem Chebbi:
“Si la gente quiere vivir un día/ el destino sólo puede satisfacer su
expectativa./ La mañana sucederá necesariamente a la noche/ y las cadenas se
romperán inevitablemente...” El poeta nos dice, a través de sus versos, que
querer es poder; que los deseos, cuando son firmes, inevitablemente se cumplen.
Y sublima su poema con el hermoso título: “La voluntad de vivir”. En esa misma
dirección está orientada mi obra creativa, que hoy comparto gustosamente con
vosotros, como se puede observar en el siguiente poema; que dice: Cuando los
pasos/ son firmes,/ retumba el suelo;/ y la gente/ se aparte,/ y los perros/
reculan.../ Cuando los pasos/ son firmes,/ nadie/ te detiene//; poema que he titulado
Determinación. Voluntad
de vivir, Determinación...; sí, está bien. Pero, ¿para qué? Para algo muy
hermoso, para lo más noble y hermoso que puede y debe hacer el ser humano;
¡Luchar por un mundo mejor!: un mundo luminoso, alegre y justo donde la vida
sea hermosa y bella para todos los que lo habitan. Y, en esa noble empresa, los
poetas y los escritores tienen encomendada una importante tarea; a ella,
modestamente, he dedicado gran parte de mi vida. Como muestra, quiero dar
lectura a un artículo de opinión que escribí, hace tiempo, para un periódico de
la Axarquía (comarca de Málaga), el cual fue publicado con el seudónimo de
Manuel de Petka; y que, para mi pesar, cada día gana actualidad. Dice el artículo:
DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS: UNA CADENA DE ORO
CON TREINTA ESLABONES.
La libertad es un árbol que brota en el campo
de batalla;
la paz es la flor del árbol de la libertad.
Cada vez que una criatura inocente es asesinada, se me parte el
corazón; y, cuando veo la indulgencia con que se trata a su asesino, el alma se
me cae a los pies.
El día diez de diciembre de mil novecientos
cuarenta y ocho, la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta y proclama la Declaración Universal de los
Derechos Humanos que define los derechos y libertades del hombre. Veinte años
más tarde (13 de mayo de 1968), en la “Proclamación de Teherán”, es declarada
obligatoria para la comunidad internacional.
Nadie pone en duda que la Declaración Universal de los Derechos Humanos
es un texto excelente; pero no son las palabras sino los hechos los que
cuentan; y el hecho es que con esta
Declaración se protegen los derechos y libertades del asesino y no, los de sus
víctimas; quizás porque el derecho es sólo una cara de la moneda de la
justicia, la otra es el deber; o tal vez porque, desde una situación de
privilegio, aquellos que deben velar por el reconocimiento y aplicación de la
citada Declaración se olvidan de sus dos últimos artículos: el artículo 29, que
limita los derechos y libertades de toda persona con el fin de asegurar el
reconocimiento y el respeto a los derechos y libertades de los demás y de
satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar
general; y el artículo 30, que dice que nada de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos podrá interpretarse en el sentido de que confiera derecho
alguno para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la
supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en la misma.
El resultado es que la Declaración Universal
de los Derechos Humanos se ha convertido en un instrumento que ampara al
asesino, y se olvida de sus víctimas; en una cadena de oro con treinta
eslabones, mucho peor que las cadenas de hierro ya que estas se oxidan y
aquella permanece brillante.
Con el más puro amor a la libertad y el fuerte
deseo de acabar con todas aquellas cadenas que aprisionan a la gente de bien;
se ha escrito la siguiente Declaración sobre Deberes Humanos:
DECLARACIÓN SOBRE DEBERES HUMANOS
-PREÁMBULO-
Considerando que todos los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad, derechos y deberes; y, dotados como están de razón y conciencia, son
responsables de sus actos;
Considerando que la libertad no consiste en poder hacer lo que
apetezca, sino aquello que deba hacerse;
Considerando que el derecho y el deber son las dos caras de la
moneda de la justicia;
Considerando que la justicia debe imperar en el mundo, a fin de
que los seres humanos puedan ejercer su
libertad y gozar de la paz;
Considerando que quien no cumple ningún deber no merece ningún
derecho;
Considerando que la relajación en el cumplimiento de los deberes
conduce a una sociedad injusta, dominada por gente perversa; y
Considerando que han transcurrido cincuenta y dos años (a fecha de hoy -julio del 2013-, sesenta y cuatro) desde la
proclamación de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos, sin haber conseguido el fin deseado: que la libertad,
la justicia y la paz reinen en el mundo. Parece necesario y conveniente
proclamar la presente Declaración sobre Deberes Humanos.
-DEBERES HUMANOS-
I. Toda persona tiene el deber de
respetar los derechos de los demás. El incumplimiento de esta obligación
fundamental supone, para el infractor, la pérdida de los derechos que no
respeta.
II.
Toda persona, sin excepción alguna,
tiene el deber de cumplir lo establecido por la ley, siempre que se trate de
una ley justa. Si la ley no es justa,
deberá luchar, con todas sus fuerzas, para conseguir que sea abolida.
III. Toda persona tiene el deber de cumplir
la justa pena que le haya sido impuesta, por las faltas o delitos cometidos;
para saldar su deuda con la sociedad.
IV. Toda persona tiene el deber de luchar
contra la injusticia, aun a riesgo de su propia vida: sin justicia, no hay
libertad; y, sin libertad, no puede haber paz.
V. Toda persona tiene el deber de
socorrer al prójimo. El incumplimiento de esta obligación es un acto egoísta y
cobarde que envilece al ser humano.
VI. Toda persona tiene el deber de
defender sus derechos, y solidarizarse con todos aquellos seres humanos que son
tratados de manera injusta; para desterrar las fuerzas destructoras, y
conseguir un mundo justo y solidario.
VII. Toda persona tiene el deber de
adquirir la mejor formación que le sea posible, mediante el estudio continuado
y la experiencia vivida; para poder ejercer de forma adecuada su libertad, y
servir mejor a la sociedad de la que forma parte.
VIII. Toda persona tiene el deber de
desarrollar el trabajo que le corresponda, siempre que éste sea honesto; con el
convencimiento de que el trabajo dignifica al ser humano, y de que todos los
trabajos son necesarios e igualmente dignos.
IX. Toda persona tiene el deber de
contribuir con honestidad a la Hacienda Pública, para atender a las necesidades
de la Nación; teniendo en cuenta que cualquier fraude al Estado es un fraude a
toda la población.
X. Toda persona tiene el deber de
defender la integridad e independencia de su patria, hasta derramar la última
gota de su sangre, si fuese preciso; pues, sólo en Ella puede desarrollar libre
y plenamente su personalidad. Entendiendo por patria la nación que le ampara,
y, por Patria de su patria, el Universo.
XI. Toda persona tiene el deber de
respetar la naturaleza; por respeto a la vida, y para disfrute de todos los
seres de la Tierra. Y
XII. Todas las personas tienen el deber de
cuidar de su salud física y mental, para su propio bien y el de la Familia Humana.
- - -
No veo a esta Declaración sobre Deberes
Humanos adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas;
aunque poemas como La Voluntad de vivir
o Determinación nos abran el camino.
Los caminos de
libertad son abruptos; la marcha a
través de ellos no resulta fácil, hay que soportar grandes penalidades; muchos
pierden su vida en el empeño; pero, merece la pena intentarlo: la recompensa es
tal alta que, si pudiésemos conocerla y valorarla de antemano en toda su
extensión, el más duro de los sacrificios se convertiría en el más sublime de
los placeres.
Ni me imagino a todos los seres humanos luchando
por un mundo mejor; pero es tan grande mi deseo que no pierdo la esperanza.
Que nadie ni nada apague la llama de
la esperanza que arde en tu alma; mientras permanezca encendida, existirá la
posibilidad de cambiar el mundo.
En cualquier caso, si consigo, con toda mi
obra como poeta y escritor, que tan sólo una persona emprenda la lucha, habrá
merecido la pena la dedicación y el esfuerzo empleados en escribirla y no habré
vivido en vano. Con esa persona quiero compartir la siguiente oración:
Señor, dame fuerzas para luchar; valor para
morir, si fuese preciso, en la lucha; y juicio parar luchar y morir por la Verdad.
¡Muchas
gracias!
- F I N -