desde mi atalaya,
no lejos del puerto,
registro la mar.
Un barco de pesca
diviso a lo lejos;
su casco de plata
va hundido hasta el remo.
El barco navega,
navega hacia el puerto,
por aguas tranquilas
que mecen los vientos.
Le sigue una corte
de gran espaviento
que entonan un canto
chirriante y frenético.
El barco navega,
navega muy lento;
de pronto da un giro,
rehuye del puerto.
Su corte enmudece,
le sigue en silencio;
silencio que duele,
que duele en los huesos.
El tiempo transcurre,
transcurre muy lento;
será por el barco,
será por los huesos.
Mi vista le sigue,
no deja de verlo;
el barco embarranca
no lejos del puerto.
Me pongo de pie,
y corro a su encuentro;
por poco me aplasta,
su grávido cuerpo.
Me mira a los ojos,
con ojos de sueño;
se duerme, y me deja
un triste recuerdo.
Cada atardecer;
desde mi atalaya,
no lejos del puerto,
registro la mar...
MANUEL CAMACHO