martes, 22 de septiembre de 2020

MUCHO MAL Y POCO BIEN

 

PARTE I:

EL PROBLEMA

  

          En medicina,

          lo que no cura

          envenena.

 

 

¿Quién parará esta locura?

¿Quién apagará este infierno?

Cada día, más cadenas;

cada día, más sanciones...

Estas son las ocurrencias,

estas son las soluciones;

de aquellos que nos dirigen,

de aquellos que nos gobiernan;

con especial insistencia

en usar la mascarilla,

que pasa a ser obligado

el llevarla siempre puesta;

pero que no lleve válvula,

porque, si la lleva, ¡multa!;

pues, aquella que la lleva

es “mascarilla egoísta”,

como suelen nominarla

expertos de pacotilla;

esto alza mi indignación

ya que en mi humilde entender

las mascarillas con válvula

protegen más y mejor.

A pesar de todo ello;

las mayores restricciones,

las más pesadas cadenas

y las más altas sanciones

(sólo queda el tapaculos;

retiro este comentario,

peligroso es dar ideas

a peligrosos bellacos):

cada día, más contagios;

cada día, más pandemia;

cada día, menos vida;

cada día, más pobreza.

Esta es nuestra situación;

y aquellas, sus ocurrencias.

A la vista de lo visto,

y lo que queda por ver,

cabe tener serias dudas,

que quisiera esclarecer:

duda sobre la pandemia,

duda de las restricciones,

duda de las mascarillas,

duda de las intenciones...

Pues, pienso que  la ignorancia

y  la falta de honradez

terminan por provocar

mucho mal y  poco bien.

 

 

PARTE II:

LA SOLUCIÓN

 

Según la  propia intuición,

el amor a la verdad

y el sentido del honor,

creo poder indicar

donde está la solución

a esta pandemia infernal:

Andar con mucha prudencia,

no debemos olvidar;

si siempre fue conveniente,

en esta caso es vital.

Espantar todos tus miedos,

ponerte un alto valor...;

que nadie pueda comprarte

si no paga con amor.

“Apartar a los pirómanos

de los cuerpos de bomberos;

desinfectar lo tocado;

y elegir bomberos nuevos.

Averiguar el origen

y difusión de los fuegos;

y, si existieran culpables,

que paguen por lo que hicieron”.

Evitar concentraciones

que estén fuera de lugar,

y guardar cierta distancia

cuando se deba guardar.

La renovación del aire

y el lavado de las manos,

es una sana costumbre

para mantenerse sano.

Actuar con valor, pensando

en la Tierra y en la gente:

los sanos a trabajar

y a disfrutar de la vida;

que el trabajo es saludable,

y  la  vida sólo es vida

si se vive alegremente.

Los enfermos a curarse;

los enfermos de verdad,

pues, los sanos no se curan,

sólo pueden enfermar;

una especial atención

a los mayores de edad,

es el mayor exponente

de una sana sociedad.

Pero lo más importante,

sin ello no hay solución,

es que brille la verdad

en toda la información.

Y todos juntos luchar

por una vida mejor,

que dé sentido a la Vida:

una vida en el amor;

una vida en la justicia;

una vida en libertad;

una vida en la sonrisa;

una vida en la Verdad...

 

 

EPÍLOGO

 

Si no le echamos valor,

y le ponemos remedio

a esta maldita locura;

seremos, no tengas duda,

un pueblo pobre y enfermo.

O, tal vez, algo peor;

¡dejaremos de ser pueblo!

 

                       M. Camacho