El separatismo es una doctrina perversa, propugna el derecho de apoderarte de un territorio que no te pertenece:
Las cosas pertenecen
a aquellos que las aman;
y quien no ama el árbol,
no ama las ramas.
La maldad de los separatistas es superada por aquellos que los apoyan; y la de éstos, por los que no hacen nada para evitar que le arrebaten el territorio que aman:
El amor une;
el desamor separa.
A toda la buena gente de este hermoso planeta llamado Tierra, la maldad no tiene fronteras, dedico el siguiente relato titulado Retrato de una ambición, del libro Senderos de gloria (Relatos para crecer):
RETRATO DE UNA AMBICIÓN
Alguien cortaba una rama
del árbol de la alegría,
y, al cortarla, se escuchó
una voz que le decía:
“No la corte, ¡por favor!,
ella es parte de mi vida”.
Efigie I
EL TRIUNFO DEL MAL
Era un jardín hermoso, poblado de camelias rosadas; en el centro del jardín, un árbol grande, muy grande, tan grande que su copa tocaba el cielo y sus ramas daban fruto suficiente para alimentar a los muchos y diversos pajarillos que anidaban en ellas en alegre armonía. Unos en las ramas del norte, otros en las del sur, otros en las del este...; todos, contentos con su suerte y orgullosos de su árbol: El Árbol de la Alegría.
Bueno, no todos los pajarillos estaban contentos. A algunos, que más que pajarillos hay que llamar pajarracos, de plumaje negro brillante, como la negrura del infierno, y de pico robusto, como la punta de una taladradora (cuervos), no les gustaba compartir, con el resto de los pajarillos, la fruta de la rama en la que anidaban, y decidieron cortarla del árbol. Aunque los cuervos eran minoría, ante la pasividad del resto de los pajarillos, consiguieron su objetivo; cortar una rama del árbol de la alegría. Una rama que no les pertenecía: Las cosas pertenecen a aquellos que las aman; y quién no ama el árbol, no ama las ramas.
El ejemplo fue seguido por otros pájaros de igual plumaje y calaña. Hasta tal punto que el árbol se quedó sin ramas, en el tronco, y se secó; la misma suerte corrieron las ramas: Les arrebataron su común y universal destino; y, sin destino, dejaron de caminar. Del tronco seco y de las ramas, los cuervos hicieron leña para calentar sus maldades. El grajeo de los cuervos despertó a los monstruos de la inmoralidad y del hambre; que devoraron la sociedad. Las camelias se marchitaron, y las almas dejaron de brillar.
Los pajarillos se vieron obligados a construir sus nidos en el suelo, y a alimentarse de sobras de comida vertidas, por los cuervos, en los tiestos del cántaro de la vida[1]...; y acabaron convertidos en aves de corral.
Efigie II
EL TRIUNFO DEL BIEN
Está escrito, en “El libro de los sueños”, que el Bien triunfará sobre el Mal. Tal vez por ello existe una segunda versión del relato, con un hermoso final; pues, según ésta, los negros pajarracos (los tiesteros) no llegaron a cortar la rama donde habitaban del árbol al que pertenecía; ya que, cuando todo parecía indicar que iban a conseguirlo, ocurrió un suceso sorprendente que cambio el curso de los acontecimientos:
Por aquel entonces se celebró el Campeonato mundial de corales; una bellísima competición que tenía lugar cada cuatro años, y en el que participaban las selecciones de pajarillos de todos los árboles del mundo clasificadas en la competición previa. En esta ocasión, por primera vez, quedó merecidamente campeona, ¡campeona del mundo!, la coral de El Árbol de la Alegría.
Este hecho despertó las conciencias dormidas de los pajarillos que lo habitaban; los cuales derrocharon entusiasmo y alegría por todos los rincones del árbol, y colocaron en sus ramas símbolos de unidad como muestra de la satisfacción y del orgullo; del amor; que sentían por su árbol, por todo su árbol. La reacción de los pajarillos desconcertó a los cuervos; que no desistieron de su empeño, muy al contrario, temiendo alguna reacción adversa a sus macabras pretensiones, intensificaron sus actividades y aceleraron las gestiones separatistas.
Y sucedió que; de manera espontánea, sin convocatoria previa, respondiendo a la llamada de su conciencia; los pajarillos de todas las ramas, y de forma muy destacada los pajarillos jóvenes, se pusieron en marcha, hacia la rama que los cuervos querían cortar; fueron tantos los pajarillos que llegaron a la rama, que abarrotaron todos sus tallos; y en ellos se aposentaron; en una actitud pacífica, pero valiente y generosa –heroica-, dispuestos a entregar sus vidas, si fuese necesario, por la integridad de su árbol; y con la firme decisión de permanecer en ella hasta que quedara libre de pajarracos.
La libertad no se espera, se busca;
no se da, se toma;
se no se llora, se defiende…
no se da, se toma;
se no se llora, se defiende…
Al principio lo pasaron mal, algunos pajarillos perdieron su vida bajo el pico de los cuervos, ¡su sangre selló el compromiso de amor y libertad del resto de los pajarillos que, ayudados por los buenos del lugar que resultaron ser muchos, consiguieron expulsar a los cuervos y a algunos grajos y cornejas que se habían apuntado a la traición; todos ellos fueron al infierno. Desde entonces, reinó la paz y el cielo abrió sus puertas a los pajarillos de El Árbol de la Alegría.
MANUEL CAMACHO
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[1] Nota del autor.- Cántaro de la vida: cántaro de barro construido por aquellos que asumieron el sagrado deber de conseguir para sus hijos un mundo mejor; amasando el barro con su sangre, sudor y lágrimas; y en el que se recoge agua, el agua de la vida, en los días de lluvia para regar las almas en tiempos de sequía. No permitas que los hijos de las sombras (los “tiesteros”) lo rompan para adueñarse de un tiesto que apenas recoge agua para beber una gallina.
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