EN LA PRISIÓN
DE LOS MIEDOS
La libertad es un árbol bello
que crece en el campo de batalla;
regado con la sangre de aquellos
que, con locura, la aman:
su raíz es la Justicia;
su flor es la Paz;
su fruto, ambrosía.
Libertad, libertad, libertad...
Todos, todos, la proclaman;
pero tan sólo la tienen
los que están dispuestos
a morir por ella,
los hombres bizarros.
Y, ¿dónde están los hombres bizarros, ¡dónde?
En el cementerio,
el cementerio de los valientes;
en el portal de la gloria,
de la gloria eterna.
Y los demás hombres,
¿dónde están los demás hombres, ¡dónde?
Los demás hombres están
en la prisión de los miedos;
con aplausos, y en silencio;
soñando ser hombres libres,
sin quitarse los grilletes,
sin despertar de su sueño.
Los demás hombres están
sirviendo a los hombres grises,
secuaces de Satanás;
que, con perversas mentiras,
logran viciados aplausos,
y, con infundados miedos,
un silencio atronador.
Los demás hombres están
en el otro cementerio,
el cementerio de los cobardes,
el portal de los infiernos,
de los infiernos perpetuos:
ora, vestidos de carne;
luego, desnudos, sin cuerpo,
vagando por las arenas
de un infinito desierto...
Despierta, hombre, despierta;
espanta todos tus miedos,
y a los malditos secuaces,
secuaces de Satanás,
mándalos a los infiernos.
Abraza la libertad,
la libertad verdadera,
y dile que estás dispuesto
a dar tu vida por ella;
puesto que hemos de morir,
que la muerte sea heroica:
y lloverá en el desierto;
y, en el valle de las lágrimas,
florecerán los almendros...
M. Camacho