No confíes en
aquellos que hablan de iluminar el mundo prescindiendo del astro sol.
Considero que no existe un acto más ruin y cobarde
que aquel mediante el cual el fuerte abusa, maltrata, hiere o llega a matar al
más débil; aquellos que lo practican merecen el desprecio de toda la sociedad
en la que están integrados, y el peso de la justicia.
Me parió una mujer, mi madre; a mis hijos los parió
otra mujer, mi esposa; mis hermanas, obviamente, son mujeres; amo dulcemente a
mujeres: “La amistad es un amor dulce”, y soy amado dulcemente por mujeres... Adoro
a las mujeres; las adoro por su belleza y hermosura, y por esa gracia divina
que Dios les ha concedido de poder ser madres.
“El esplendor de una mujer únicamente es superado
por la unión, en el amor, de un hombre y una mujer”. Esta grandeza de unión en
el amor, hace inmensamente fuertes, invencibles, a los seres humanos (mujeres y
hombres); es por eso que los hijos del mal quieren apagar ese gran esplendor,
romper la unión en el amor de un hombre y una mujer enfrentando a ambas partes
(divide y vencerás); y, para lograrlo, nada hay más efectivo que crear una
víctima y un verdugo; un ser dulce, bueno, débil... (la mujer) y otro amargo,
perverso, fuerte... (el hombre). De esta vileza de los hijos del mal, se hacen
eco, por desgracia, mucha buena gente.
En más de una ocasión, en mi tertulia habitual; tras
la lectura de unos poemas inspirados en la muerte de una mujer a manos de su
compañero de viaje (en algunos casos, excompañero), y digo compañero y no
pareja porque el problema para los hijos del mal está claramente en la unión
mujer-hombre; me he sentido señalado como un cobarde asesino, por el hecho de
ser hombre. Puede que los poemas estén bien, y que, tal vez, se queden cortos
en la descripción de los hechos; pero, a mi entender, están muy lejos de la
justicia y de la verdad al dejar, en el aire, la idea de que los hombres, todos
los hombres, son, en potencia, seres crueles y cobardes que maltratan y asesinan a otros seres compasivos y débiles
que son las mujeres, sus mujeres; no, no es justo ni verdadero: “La maldad,
queridos amigos, no tiene género.
Aunque no hay nada, absolutamente nada, que pueda
justificar estas muertes, en lo que va de año (1 de diciembre de 2015) ya son
48 las mujeres que han muerto a manos de sus compañeros o excompañeros de viaje
en España, me gustaría que reflexionásemos:
Uno.- Sobre qué es lo que ha podido llevar a un hombre a matar a su
compañera de viaje, la madre de sus hijos, y, a continuación suicidarse (en un
considerable número de los casos así ha sucedido). Pienso, con perdón, que en
estos casos la mujer muere una vez, y el hombre dos veces: una cuando mata a su
mujer, y la otra cuando se quita la vida.
Dos.- Sobre por qué se produce tanto eco, quizás justificado, cuando
muere una mujer a manos de su compañero, y no ocurre lo mismo, se silencia, en
el caso contrario: cuando muere un hombre a manos de una mujer; ya son 29 en lo
que va de año, el ultimo hace poco, en Sevilla, a martillazos, en este caso, la
mujer se suicidó.
Tres.- Sobre por qué no se produce el mismo clamor de condena cuando
una mujer, una madre, arroja a su hijo recién nacido, a veces vivo, a un contenedor
de basura; o cuando escuchamos la macabra noticia de que más de cien mil
mujeres abortan, cada año, en España, en muchos casos tan sólo porque la
criatura, la criatura más inocente e indefensa del mundo (el no nacido), su
hijo, resulta molesta. Y podríamos seguir, pero creo que es suficiente...
¡NO, QUERIDOS AMIGOS, NO: LA MALDAD NO TIENE SEXO, NI ALMA!
M. CAMACHO