La esperanza
es una llama que arde en el corazón de los almendros...
Hoy sé que la esperanza es una llama que alumbra la oscura
senda por la que transitan los sueños; y muere al alba, al final de la jornada,
cuando se acaba el camino y levantamos el vuelo.
Hoy sé que la esperanza es una luz que te permite caminar por
la profundidad de los abismos.
Hoy sé que la esperanza es una antorcha encendida en el alma.
Hoy sé que la vida es una puerta abierta a la
esperanza.
Hoy sé que el amor es transparente a la
esperanza: “Si en tu vida lo ves todo
negro, abre un agujerito de amor para que entre un rayo de esperanza”.
Hoy sé que los caminos de fe son senderos de
esperanza.
Hoy sé que cada criatura que viene al mundo
es un heraldo de esperanza.
Hoy sé
que los
gestos de generosidad son alientos de vida que mecen las ramas del árbol de la
esperanza; y un susurro de bondad se oye en el alma.
Hoy sé que debo ser agradecido: “Gracias,
Señor, por haber convertido unos
momentos de angustia en un tiempo de esperanza; gracias, Señor, por haber
puesto luz y calor en el oscuro vacío que atormentaba mi alma”.
Hoy
sé que debo atender los sabios consejos: “No te enamores de una sombra, ni de un reproche: ¡enamórate de una
esperanza!”
Hoy sé que debo permanecer alerta frente a los ladrones de
esperanza.
Hoy
sé que debo tener presente la siguiente máxima: “Que nadie ni nada apague la llama de la esperanza que arde
en tu alma; mientras permanezca encendida, existirá la posibilidad de cambiar
al mundo.
Hoy sé que: “Mientras haya personas capaces de
escuchar y de perdonar, hay esperanza para el mundo”.
Hoy sé que: “Si alguna
vez fuere culpable de una falta grave, que el peso de la justicia, de la
justicia verdadera, caiga sobre mis hombros; pues sólo así, cargando con mi
culpa, podré caminar con la esperanza de alcanzar la gloria”.
Hoy sé que: “Si no arriesgas la vida por defender una causa justa,
morirás sin la esperanza de merecer la gloria”.
Hoy sé que la vida es el árbol que perdura; el pasado, la flor que
muere; el presente, la fruta que alimenta; el futuro, la semilla que guarda la
esperanza.
Hoy sé que: “Su mirada está triste; ha perdido
la esperanza”.
Hoy sé que debo reflexionar sobre la siguiente máxima: “Una
hoja de pino en un estanque: un motivo para la esperanza”.
Hoy sé que sin Dios no somos nada, sólo la sombra de un sueño:
“Señor,
ayúdame a vivir en gracia para que pueda morir con la sólida esperanza de ver
tu rostro divino.
Hoy sé que la muerte es un presente sin
futuro, que resulta muy hermoso si se llenas de esperanza.
Hoy sé que las penas no matan si son penas con esperanza.
Hoy sé que la esperanza sólo muere con la vida.
M. Camacho