Los ángeles existen; y están con nosotros, entre nosotros; son esos
voluntarios que dedican parte de su tiempo, en muchos casos, todo su tiempo, en
mantener encendida la llama de la ilusión en los templos del olvido.
COMIDA DE AMISTAD, AMIGOS DEL BAILE
(CENTROS
DE MAYORES DE MADRID)
Queridos
amigos: Buenos días, con aroma de acacias; las acacias, como sabéis,
representan la amistad; y han brotado y florecido en nuestros corazones. Dice
un bello proloquio:
El destino unió sus vidas,
y ellos las ataron
con una hermosa amistad.
Cuando
mi mujer, Aurelia, me dijo que Carmen, su maestra en las clases de baile, la había pedido que yo escribiera unas
palabras para leer en esta Comida de amistad, me sentí muy honrado. Pero yo no
formo parte de los grupos de baile y era consciente de que cualquier palabra
para esta ocasión tenía que ser escrita desde dentro; así que me metí en la
piel de mi mujer y desde ahí, con mayor o menor acierto, pero con un gran
cariño, las escribí. Lo primero que me vino a la memoria, tras el proloquio que
acabo de leeros, fue la FÁBULA DE LA ACTITUD; que dice así:
Tres hombres se encontraban,
tomando una taza de café, en la terraza de un bar situado en una hermosa plaza
de una bella ciudad. De pronto, comenzó a llover: Uno de ellos, salió corriendo
al tiempo que maldecía su suerte y se quejaba de la lluvia; otro, abrió su
paraguas y continuó tomándose el café como si nada ocurriese; el tercero, abrió
su paraguas y se puso a bailar bajo la lluvia al ritmo del tintineo de las
gotas de agua, con una sonrisa en el rostro. Fin de la fábula
La misma situación, y tres actitudes muy diferentes:
La primera, de frustración;
espíritu depresivo.
La segunda, de indiferencia,
de resignación; espíritu indiferente, plano.
La tercera, de entusiasmo;
espíritu elevado.
Si
cambiamos de personajes, de escenario y de sucesos: si los personajes somos
nosotros; la terraza, la vida misma; y la lluvia, los años, los achaques, los
problemas que nos acucian; tendremos, igualmente, tres posibles actitudes:
Primera actitud.- Quejarnos continuamente de los años, de
los achaques, de los problemas...; olvidándonos de todo lo bueno del pasado y
del presente: Actitud de
frustración; espíritu depresivo.
Segundad actitud.- Pasar de todo y
esperar que llegue el final, el final de nuestros días: Actitud de indiferencia, de resignación; espíritu indiferente,
plano. Y
Tercera actitud.- Ponernos a bailar; a pesar de los achaques, de los años, de los
problemas...: Actitud de entusiasmo, de
amor a la vida; espíritu elevado.
Dice otro bello proloquio:
Vive lo mejor de cada momento, aunque
no sea el mejor momento de tu vida.
Evidentemente, vosotros habéis tomado la actitud del entusiasmo, la de
amor a la vida: os habéis puesto a bailar; pero a bailar bien, con ilusión, con
dignidad. Y, para ello, habéis avivado el deseo de aprender, de aprender a baila; lo
cual hace aún más hermosa vuestra hermosa actitud.
Cuando se apaga el deseo de aprender, se
oscurece la vida; y vosotros
queréis una vida luminosa y alegre.
Pero hay dos formas de aprender: aprender aprendiendo, es decir, asistiendo
a unas clases; y aprender enseñando, dando clases (los buenos maestros son los
mejores alumnos). Si lo primero es
hermoso, lo segundo es hermoso y bello; y si al hecho de enseñar, en nuestro
caso enseñar a bailar, añadimos una entrega total y desinteresada de los
maestros; y si esa entrega total y desinteresada se hace con todo el cariño del
mundo; lo segundo no sólo es hermoso y bello, es sublime, y las personas que lo
ejercen son seres maravillosos; si cierro los ojos, los veo con unas enormes
alas blancas en sus espaldas. ¡Que Dios los bendiga! Estos seres existen, y
están con nosotros, entre nosotros; son vuestros maestros de baile, nuestros
maestros de bondad: Antonio y Carmen, Carmen y Antonio (que tanto monta, monta
tanto...) y María. Para ellos, queridos
amigos, os pido un aplauso tan fuerte que se oiga en el Cielo.
¡Machas gracias!
Morata de Tajuña, 10 de marzo de 2016
M. Camacho