No hay recuerdo para
lo que no se olvida.
¿Te acuerdas
de aquel
instante de memoria eterna
en que una
mariposa soñadora
se posó,
dulcemente,
en los
pétalos blancos de una rosa;
para bailar
al ritmo ilusionante
de un
corazón enamorado?
¿Te acuerdas
de aquellos
tiempos mágicos
en que unos
sueños imposibles
se hicieron
realidad;
y una cálida
nube
nos
trasportaba
al país de
Nunca Jamás?.
¿Te acuerdas
de aquellas
horas cortas
que
revivieron nuestras almas
en los
instantes infinitos
de tardes
sin ocaso,
de noches
soleadas...;
de sueños
compartidos?
¿Te acuerdas
de aquellas
aguas torrenciales
que
inundaron las tierras agostadas
de unos campos sembrados de olvidos;
tornándolos
en ricos humedales,
donde migran
los cisnes?
¿Te acuerdas
de aquel
otoño gris
en el que tú
y yo, ambos,
recapitalizamos
nuestro
subsidio
de amor; y
lo invertimos,
con
entusiasmo,
en la
empresa dorada
de una
hermosa primavera?
¿Te acuerdas
de aquella
paz naciente
que silenció
los ecos desafiantes
de voces que
atormentan el espíritu;
de voces
enraizadas
en una
tierra herida
por el
garfio oxidado
de los
piratas del amor?
¿Te acuerdas
de aquel sol
renacido
que iluminó
la tierra ensombrecida
por las
oscuras sombras
de los abismos
negros;
su luz
era tan pura y esplendente
que las
oscuras sombras
se
desvanecieron, por siempre,
en un
amanecer eterno?
No, no me
acuerdo
de las cosas
que dices;
porque ellas
siempre fueron
un sueño
palpitante.
Y no te
puedes acordar de aquello
que no
olvidaste.
M. Camacho
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