miércoles, 20 de junio de 2018

ENCUENTRO CON LA VIDA



domingo, 10 de junio de 2018

CUANDO LOS CHOPOS MUEREN







Su corazón se rindió a los versos del poeta de la libertad; entonces sintió lo que nunca antes había sentido, el peso de la esclavitud y de su cobardía; y lloró con amargura.


¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque nos gobierne
gente sin palabra,
gente que ha vendido
a Satán su alma.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque los valores
ya no valgan nada;
y el que menos tiene,
más lejos cabalga.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque la injusticia
campee a sus anchas,
por campos sembrados
con promesas falsas.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque nos endeuden
hasta las pestañas,
y luego presuman
de grandes hazañas

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque unos traidores
quieran trocearla,
con sucias mentiras
y acciones malvadas.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque la verdad
sea falseada,
por unos farsantes
que buscan ganancias.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque el Parlamento
sea un gallinero,
con gallinas lluecas
que no ponen huevos
y agitan sus alas
dando gordos truenos.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?;
aunque unos malditos,
hijos del averno,
nos aten las manos
con leyes injustas,
propias de tiranos,
que al malo hacen bueno,
y al bueno hacen malo.

¿Qué pasa en mi Patria,
que no pasa nada?..

Que han muerto los chopos:
los mató el invierno,
los mató la sombra,
los mató el silencio...

                  M. Camacho

sábado, 2 de junio de 2018

LA AXARQUÍA, TIERRA DE ROMEROS II






A La Axarquìa,
comarca hermosa
de Málaga la bella.


En un rincón soleado,
de la hermosa Andalucía,
creó Dios un paraíso;
y le llamó La Axarquía.

Sus montes besan el cielo
y se bañan en la mar;
sus pueblos, de cal pintados,
blancas palomas de paz.

La Axarquía:
tierra encantada, lugar de encuentro;
donde confluyen todas las magias
y cobran vida todos los sueños.

Sus mujeres,  flor y nata;
con sangre que arde en las venas,
una  biznaga en el pelo
y  sabor a hierbabuena.

Sus hombres, canela fina;
con alma de aventurero,
un corazón que se escapa
y porte de caballero.

La Axarquía:
tierra encantada, lugar de encuentro;
donde confluyen todas las magias
y cobran vida todos los sueños.

Sus niños, camelia blanca;
con la sonrisa prendida,
una ilusión que deslumbra
y gratitud por la vida.

Sus ancianos, miel dorada;
con aroma de romero,
una mirada serena
y dicción de terciopelo.

La Axarquía:
tierra encantada, lugar de encuentro;
donde confluyen todas las magias
y cobran vida todos los sueños.

La Axarquía:
tierra encantada, lugar de encuentro;
donde confluyen todas las magias
y cobran vida todos los sueños.


                            M. Camacho




viernes, 1 de junio de 2018

SAYALONGA, RUTA DEL SOL Y DEL VINO





En la malagueña
comarca  andaluza,
llamada Axarquía,
tienes cinco rutas:

Ruta de la pasa,
del sol y aguacate,
del sol y del vino,
de montes  y aceite,

ruta del mudéjar;
que son las  delicias
de los visitantes
que a ellas visitan.

En una de ellas,
la del sol y el vino,
está Sayalonga,
un pueblo divino.

Sus campos se visten,
según el momento,
de verdes viñedos
y blancos almendros;

nunca están desnudos,
siempre llevan puestos
frondosos olivos
cubriendo su cuerpo;

nísperos, naranjos,
olmos, limoneros...
donde anida y canta
el lindo jilguero;

y otras lindas prendas
que adornan su pelo:
rosales, claveles,
jazmines, romeros...

Sus hombres son recios,
sus mujeres bellas,
sus niños alegres
como castañuelas;

gente hospitalaria,
gente transparente
como el agua clara
de sus claras fuentes.

Su historia  fue escrita,
con plumas de acero,
en la  piel reseca
de resecos suelos;

y sangre brotando
de dedos mordidos,
entre perejiles,
bajo los olivos.

Una nueva historia
se  escribe en el pueblo,
con tinta de cobre
que viene de lejos:

se vende la tierra,
se venden los sueños,
se vende la historia,
se  vende  el misterio;

de aquellos almendros,
de aquellos viñedos...
tan sólo nos queda
un grato recuerdo.

¡Ay blancos almendros!,
¡ay verdes viñedos!;
que vivieron pobres,
y ricos murieron.

            M. Camacho