sábado, 22 de noviembre de 2014

GRACIAS, MAMÁ


La vida surge en el instante mismo de la concepción; de modo semejante a cómo surge el fuego en un mechero cuando la chispa prende en la mecha o enciende el gas.


La experiencia de la vida está en el hecho de haber sido concebido, y no en el tiempo vivido: una año, cinco años, cincuenta años, cien años, ¡un instante en el vientre de la madre!, cuentan lo mismo en el terreno de la eternidad (infinito más uno es igual que infinito más cien...).

Sólo tuvo un instante para vivir su amor; pero fue tan intenso, tan intenso..., que duró una eternidad.

Entre hechos de infinita perversión, no caben los grados. Sin pretender establecer grados, tan sólo aislar conceptos para un mejor entendimiento; si tuviera que colocar en una escala de  perversidades, de mayor a menor, al canibalismo y al “aborto”, colocaría al segundo en primer lugar: ¡os imagináis a una madre comiéndose a sus hijos...?; en algunos tiempos de la historia de la Humanidad, considerados bestiales, la realidad superó a la ficción... 

No renuncies a ser madre; es la participación más hermosa de un ser humano en la obra de Dios. Recuerda: muchas almas inocentes se agolpan en la verja de la vida esperando que alguien le abra la puerta.


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