dijo la rosa al viento;
enséñame a besar,
quiero morir de besos.
El viento, enamorado,
le susurró el secreto:
entreabre los pétalos
para que Lamia dance
en tu dulce humedal,
y se embriague de amor;
abre los brazos,
y abraza hasta escuchar
el crujir de los cuerpos;
cierra los ojos,
y contempla la luz que brilla al fondo
del túnel de lo eterno…
Y la rosa aprendió, aprendió a besar;
y se hizo beso:
beso de aire,
beso de agua,
beso de tierra,
beso de fuego,
beso de carne,
beso de alma,
beso de cielo…;
y se murió de besos.
MANUEL CAMACHO
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